Mi abuela vivió casi cien años. Cuando regresé de Londres, ella estaba bajo el cuidado de mi mamá, en sus últimos días. Hay algo que aprendí viéndola a veces recobrar la memoria. Los viejos no se van hasta que sienten que sus hijos están bien. O sea, hay algo al final de la vida parece que hace a la gente responsable de seguir cuidando a sus hijos y nietos, aunque ellos mismos no tengan fuerzas ya para cuidarse a sí mismos. Viejos que no quieren ser cargas ni dejar dolor. Yosiaki, de la familia Tabata del café de Pedernales me dijo ayer que su abuelo llegó a sus últimos días pero que dejó sus huellas impresas en el café que aún se cultiva en su finca en Aguas Negras para que las personas conozcan el café de altura de Pedernales, el café de Tabata.Abrazos amigo.